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Los comienzos

Desde hace mucho tiempo siempre me ha interesado el misterio, quizá conducido de la mano del inolvidable Antonio José Alés, primer presentador de radio en España que se ocupó en la década de los setenta, del mundo paranormal y del misterio, en un programa radiofónico: “Medianoche".
Casi siempre me han acompañado muchos programas de los que soy asiduo seguidor, aunque debido a los horarios de la radio, muchas veces era casi imposible compaginar sueño con misterio, y en la actualidad gracias a los podcast, todo es mucho más fácil.
Desde aquí intentaré estar al día de las noticias más destacadas y de los descubrimientos e hipótesis más variopintas, acudiendo a vosotros para que me acompañéis en esta nueva aventura que comienzo y que espero compartais mediante ideas y comentarios.

Un saludo a todos.


Comenzamos y como no podía ser de otra manera, presentando al gran comunicador y divulgador del misterio Antonio José Alés. Catedrático de las ondas para muchos, pionero de los enigmas en la radio por esas fechas de los años setenta e incansable investigador de lo desconocido. Fuimos muchos los que crecimos y nos interesamos por lo inexplicable escuchándole cada madrugada en su ya mítico y legendario programa. Pues vamos a ello, poniendo un enlace para que podáis escuchar al genio del misterio, aunque en Ivoox ya no hay episodios solo uno. Ir a escuchar
Por ese motivo os dejo este otro enlace donde están algunos episodios, además con buen sonido.
 
A través de está página os quiero hacer partícipe de los programas que suelo escuchar y, para ello os facilito los podcast desde donde los podéis descargar o simplemente escuchar. Poco a poco se irán añadiendo algunos más o quizás algunos que me recomendéis.

Milenio 3
Nos deleitaba hasta finales del mes de junio del 2015 con muchas novedades en su incansable labor de difundir a través de las ondas sus elaborados programas. Lamentablemente ya no realizan el programa de radio, al menos podemos escuchar sus antiguos podcast y verlos  en Cuarto Milenio por la tele. Recuerdo el excelente espacio de Javier Sierra que dió paso al programa de Cuarto Milenio. Al principio se me hizo difícil el cambio, aunque poco a poco Iker Jiménez se fue haciendo familiar en mis oidos. Claro sin olvidar a Javier Sierra, que últimamente vuelve a estar de nuevo en la televisión junto con Iker.
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Para escuchar el nuevo programa de Iker Jiménez, Horizonte, que se puede ver en Antena 3, se puede oir y descargar  dedes este enlaceDesde hace unos meses se pueden ecuchar  a  Iker n el programa de radio "Universo Iker" Aquí os dejo el enlace de los podcast: Ir a escuchar
Como os he dicho antes al no haber nuevos programas, podéis escuchar y descargar a través de Ivox, los programa de Cuarto Milenio, apenas se notan que son para TV, pues son tan amenos que no sabes ya distinguir si son para radio o para televisión. Lo digo por experiencia. Pues nada animaros y si no lo podéis ver en la tele lo escucháis a través de mp3 en Ivox o en el podcast del programa. 
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Para escuchar el nuevo programa de Iker Jiménez, Horizonte, que se puede ver en Antena 3, se puede oir y descargar  dedes este enlace. Ir a escuchar
 
Espacio en Blanco
Miguel Blanco con su programa es también uno de los pioneros en estas lides, haciendo que cada semana, estemos a la última de los cuentos y descuentos de innumerables temas mistéricos. Este programa de misterio es de los más legendarios de la radio española. Comenzó su andadura en Radio Cadena Española en 1987 y, durante 17 años ininterrumpidos, ha llenado las ondas de temas únicos que han abierto a la audiencia las puertas de otros mundos.
Su director y presentador, Miguel Blanco, está considerado como una leyenda viva del mundo del misterio y ha visitado más de 140 países en todo el mundo persiguiendo enigmas por todo el planeta.
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La Escóbula de la Brújula
Especialmente este programa, al menos para el que os escribe, es unos de los mejores que actualmente se pueden escuchar.
Jesús Callejo, David Sentinella y todo el equipo de colaboradores del programa nos llevan cada semana a un rincón del mundo y de  la Historia, sin dejar delado el misterio. Gracias a todo el equipo por los programas tan magníficos que nos ofrecéis.
Personalmete tuve la suerte de pasar un inolvidable día con Jesús Callejo en uno de sus fantásticos  "Viajes Sagrados" que salían desde Madrid, más concretamente desde la plaza de toros de las Ventas.
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La Rosa de los Vientos
Este es un espacio radiofónico emitido en Onda Cero . Fue presentado y dirigido por Juan Antonio Cebrián hasta su fallecimiento, el 20 de octubre de 2007. En él tienen cabida todo tipo de temas: ciencia y tecnología, misterio, humor, ecología, historia, leyendas, espionaje y servicios secretos, etc. En la actualidad es dirigido y presentado por Bruno Cardeñosa, codirigido por Silvia Casasola, y con Martín Expósito en la redacción. Como homenaje cada programa comenzó durante un tiempo con la coletilla: "La Rosa de los Vientos de Juan Antonio Cebrián con Bruno Cardeñosa", sustituyendo a la anterior "La Rosa de los Vientos con Juan Antonio Cebrián"; ahora la entrada es "La Rosa de los Vientos con Bruno Cardeñosa". 
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Ser Historia
En este enlace se puede acceder a unos programas llenos de dinamismo, intriga y misterio, que además de ser super entretenidos, se aprenderá Historia disfrutando. Los relatos históricos no tienen por que ser densos ni aburridos. Curiosidades, misterios y enigmas de la historia tratados con agilidad, dinamismo y pasión para el que os escribe, es unos de los mejores que actualmente se pueden escuchar.
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El Colegio Invisible
Recomiendo este programa, serio y con buenos locutores e intrevistados y les recomendaría que la música no fuese excesiva pues quita el encanto de escucharlo por la noche y antes de dormir.
Lorenzo Fernández y Laura Falcó Lara presentan este programa en que el misterio lidera el camino. El colegio invisible es un clásico ensayo sobre ufología de donde sale el nombre del programa, indicando la temática que nos disponemos a escuchar. Pero no sólo serán ovnis. Encantamientos, fantasmas, desapariciones, conspiraciones y muchas otras cuestiones inexplicables se dan cita semanalmente en este programa. El colegio invisible se emite por Onda Cero en directo los viernes de 01:30 a 02:30 en horario peninsular español. Puedes escucharlo y descargarlo en Ivoox.                  
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Luces en la Oscuridad
Pedro Riba, dirige y presenta desde 1989 este programa. Disfruta de varias titulaciones y licenciaturas universitarias; Periodismo y Comunicación, Publicidad y Relaciones Públicas, Industriales, Doctorado en Comunicación Social, Master empresarial por diferentes universidades españolas y extranjeras en; Marketing, Publicidad, y Desarrollo Empresarial.
“Luces en la Oscuridad”, es solidario, espiritual y humano. Un espacio de radio que contribuye a hacer un mundo mejor, ayudando a los más desfavorecidos y ofreciendo la suficiente información mediante sus especialistas, expertos en cada área del conocimiento, para que el hombre conozca y obtenga las herramientas necesarias para cambiar el mundo y sus ideas.

Pedro Riba, con su buen hacer,  aborda todas las facetas del ser humano, mente, cuerpo y espíritu., además de informar de todo ese mundo sutil que nos envuelve y que nuestros ojos no perciben: mitos, leyendas, tradiciones, simbología, hermetismo, religión, filosofías, ciencias alternativas. Un programa donde lo real y lo imaginario a veces… conviven. Un programa semanal, en horario nocturno, que pretende ser intimista, relajado, tranquilo y sin estridencias. 


Los Sin Nombre
Antes se llamaba el programa En La Búsqueda y cambió por el de Los Sin Nombre. El problema es que los locutores del programa hablan demasiado, sin interés alguno  para los oyentes y luego se contacta con gente, que muchas veces no se sabe si es cierto o no lo que cuentan.
Presentan Yolanda García y Antonio Roldán, un magazín de  casi dos horas de duración sobre enigmas y misterios, donde los verdaderos protagonistas son los testimonios y los verdaderos buscadores de respuestas, que como se dijo anteriormente son testimonios muy personales.  
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El Último Peldaño
Programa radiofónico que se emite en Onda Regional de Murcia, la radio autonómica de la Región de Murcia, dirigido y presentado por Joaquín Abenza, cuyo objetivo es la divulgación de lo que se puede denominar "Ciencia de Frontera"; es decir: la parapsicología y temas afines, además de todas aquellas materias que están en los límites de la ciencia conocida.
En el programa tienen cabida todos los misterios que desafían el conocimiento humano actual, tratados con el mayor rigor y seriedad pero de una forma amena y asequible a todos los oyentes.
   
Más Allá de la Realidad
Desde hace muchos años nos sorprende con las voces que traspasan el fino velo del misterio: Santiago Vázquez y su hermano Fernando, a quien  ya no le escuchamos salvo en contadas ocasiones. Desde aquí hago un llamamiento a Santiago para que haga realidad la compañía  de una voz femenina en su programa, como él mismo ha comentado. De todas formas le animo a que siga con su trayectoria imprescindible en las ondas.
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El Sótano Sellado
Más que un programa de radio, es una aventura de investigación en la que te sentirás desde el principio partícipe. Es un viaje en busca de respuestas. Porque el Misterio está en la génesis de todo, del Universo, de la Vida, de nosotros mismos.
En el viaje que te proponen te invitan a conoce todos los enigmas y misterios que poco a poco han ido emergiendo del atávico Sótano Sellado oculto en algún lugar de los bosques primigenios de nuestro misterioso mundo. En la actualidad ya no emite.
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Angulo 13
Un espacio centrado en la divulgación de cuestiones relacionadas con los grandes enigmas de la Historia y las Ciencias, así como en aquellas cuestiones de tipo científico que rozan los límites de lo explicable.  Su director hace un tratamiento divulgativo e informativo de los misterios englobados dentro de las Ciencias de Frontera, la Historia y la sociedad.
En el transcurso del programa se desarrollaran diferentes entrevistas relacionadas con la divulgación de temas cercanos al misterio, lo incógnito, la Historia oculta y todo lo englobado en ese velo de lo inexplicable que por su especial trascendencia o interés, merecen ser difundidos. Estas entrevistas vienen salpicadas por pequeños micro espacios dedicados a noticias de la ciencia, publicaciones o eventos recomendados.
Desde hace unos años el presentador Juanca Romero, había hecho una pausa en la difusión de tan magnífico programa, y desde hace poco tiempo vuelve otra vez a emitir su interesante programa.
Os dejo el enlace de las temporadas anteriores: Ir a escuchar
En esta nueva temporada podéis descargar y escuchar los programas emitidos en este interesante podcast, aunque ceo que ya no se emite nada nuevo:  Ir a escuchar

La llamada de la Luna 
Desde hace unos días he quedado sorprendido para bien,  de este  excelente  programa que reune todos los requisios para estar entre los mejores que actualmente se pueden escuchar. No puedo dejar de recomendarlo, es especuialmente bueno, perdón muy bueno.
La Llamada De La Luna, según su blog,  pretende ser una puerta, para quien realice música o escritura. Dar visión, internacional a quien pueda ofrecernos su arte. Si eres tú o conoces a alguien, ponte en contacto conmigo.
Sobra decir, que, si conoces, o has vivido historias paranormales, quieres escuchar alguna en concreto o simplemente criticar mi trabajo, de la misma forma te animo a ponerte en contacto.
A tu juicio, ¿quieres que traigamos a alguien en especial al programa u oír alguna historia? ¿Te gustaría añadir o quitar algo de él?.
Así de bien se publicita, breve, conciso y amigable para todos nosotros que amamos el misterio, la música y la escritura.
Os dejo el enlace su su blog: La Llamada de la Luna . También el enlace de su podast de Ivoox: Ir a escuchar

Otros Mundos
Es un programa dedicado a la temática del misterio y lo desconocido, aunque también hay que añadir que entre sus variadas secciones se encuentra el estudio de los secretos del Universo. El programa de radio se viene emitiendo desde hace 18 temporadas en horario nocturno con una frecuencia semanal. La duración de la emisión es de dos horas y media, en la que abordamos distintas secciones como si de un viaje hacia distintos mundos se tratara.

Otros Mundos está relacionado con un viaje, y para llegar a esos terrenos ignotos, es del todo coherente que se realice subido a una nave que es capaz de llegar hacia esos mundos misteriosos. Por tanto, es de cajón que dicha nave sea una "Nave del Misterio" llamada Otros Mundos.
Pero como lo que necesitamos es un "botón de muestra", nuestro director, Javier Belmar, explica el motivo que le llevó a decir La Nave del Misterio, remontándose al momento donde se gestó y comenzó su andadura dicho espacio en el año 1994 o sea hace 19 temporadas. Y todo tiene que ver con la serie Star Trek (Viaje a las estrellas), en donde la célebre nave Enterprise, se sumergía en unos viajes hacia lo desconocido… viajes que le hacían llegar hacia otros mundos cargados de secretos y misterios.
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La Rueda del Misterio
De un tiempo a esta parte, y por eso lo recomiendo, escucho el programa La Rueda Del Misterio. Su director Miguel Ángel Pertierra, nos ofrecen la temática que tanto nos interesa, ya que sabe mucho de misterio. Utilizando algunas de sus palabras me atrevo a decir que la mente es esa gran desconocida que dirige nuestra existencia y que organiza a nuestro ser. Muchas veces pensamos que todo está claro, pero cuando nos adentramos en este mundo de misterio, algo se desvela y nos deja ver otra realidad.
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Nueva Dimensión
Juan Gómez desde Radio Studio 88, nos ofrece este magnífico programa dedicado al misterio y otras realidades, donde tratan de acercarte a los fenómenos insólitos de ciencia, tecnología, historia, misterio y todo lo que representa un reto o una incógnita para el ser humano.
Personalmente recomiendo el programa en el que colaboran lo más destacado del mundo del misterio. Espero os guste.
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Si queréis comentar algo, dar vuestra opinión, contar algún suceso, lugar, historia, o noticia destacada, podéis hacerlo  mandando un correo a la dirección que figura en el pie la pagina principal que es esta misma: bitacora12@hotmail.com, o bien hacer un comentario donde ponde comentarios, o picando AQUÍ. Muchas gracias a todos por visitar "Rumbo al Misterio".
 


Corsarios y piratas

La mayor parte de nuestro conocimiento social, así como nuestras creencias sobre el mundo, emanan de las informaciones que leemos o escuchamos a diario. Es muy probable que no exista otra forma de conocimiento, salvo al que nosotros podemos acceder de forma directa, o sea, viendo, tocando y sintiendo. Incluso de esta manera no todo lo que podemos observar de forma directa, es lo que realmente existe, pues siempre recibiremos las cosas desde nuestro punto de vista y forma de pensar y creer.   
A pesar de todo, esta página lo único que hará será exponer aquellos sucesos que trascienden a consecuencia de su singularidad, la cual los hacen sobresalir de los hechos normales y cotidianos de cada día. Espero que les sea al menos, interesante.  

 Entre piratas y corsarios

«Que es mi barco mi tesoro, // que es mi Dios la libertad; // mi ley, la fuerza y el viento, // mi única patria la mar»


Uno de los errores más comunes al hablar de la piratería de los siglos XVI, XVII y XVIII, es poner a la misma altura a los piratas, corsarios, bucaneros y filibusteros. ¿Qué podría pensar un noble marino, leal siervo de la reina Isabel I de Inglaterra si fuese tratado como un pirata?  Pirata, corsario, bucanero, filibustero... Todas estas palabras pueden referirse a una persona que se dedica a cometer robos en la mar, pero cuál es la diferencia entre las distintas denominaciones. 

Pirata deriva de la palabra griega peirao que significa aventurero del mar, y cuya presencia en el mundo es casi tan antigua como la navegación. Un grupo de piratas buscaba el lucro personal, conseguir grandes botines tras la captura de barcos y la venta de todo aquello capturado. No dependían de nadie, por lo cual no tenían a nadie a quien ser leales ni porqué servir a ningún país. Sus actos se relatan cómo brutales, ya que su ley era la codicia con tal de conseguir todo aquello que se propusieran.  La gente que tomaba el rol de piratas eran de condición social baja, delincuentes o desertores. Vivían en alta mar y su objetivo era encontrar otros barcos para atracarlos. Entre los más famosos cabe destacar a Edward Teach (Barbanegra) o Anne Bonny.

Corsario, era un pirata legal, eran personas encargadas por los gobiernos para llevar a cabo actividades parecidas a las militares; navegaban en barcos armados de propiedad privada, robaban buques mercantes y saqueaban asentamientos pertenecientes a un país rival. La existencia de los corsarios permitió a los estados proyectar el poder marítimo más allá de las capacidades marinas regulares.

Debido a que el corso era, generalmente, una ocupación más lucrativa que el servicio militar, a veces iban más allá de sus comisiones y atacaban barcos que no pertenecían al país que les ordenaba. El término 'corsario' está vinculado al mar Mediterráneo, donde desde aproximadamente finales del siglo XIV hasta principios del siglo XIX el Imperio Otomano se batió en duelo con los estados cristianos de Europa por la supremacía marítima.  

Los bucaneros eran una especie de combinación entre piratas y corsarios, muy habituales del Mar Caribe durante los siglos XVII y XVIII. Originalmente, el nombre se aplicaba a los cazadores de animales asilvestrados, cerdos o vacas, por ejemplo, que objeto de su abandono estaban a disposición de quien les diera caza. Este nombre bautizó a aquellos que comercializaban la piel y la carne obtenida de sus cacerías, entre otros, con piratas y corsarios a quienes intercambiaban sus pertenencias por objetos de gran valor como tela, pólvora o armas.  

Los filibusteros no tienen morada fija y deambulaban de acuerdo con sus propósitos, con el tiempo llegaron a emprender acciones propias de la piratería de la época. Fue así como el cargo de bucanero se conoció por aquel entonces como filibusteros, un término empleado con los piratas que actuaban en la zona de las Antillas. Los filibusteros, al igual que los corsarios, fueron empleados por diversos países europeos en su pretensión colonialista y la ayuda necesaria para sus propósitos.

Mientras que un corsario actuaba de modo legal, por encargo de una potencia, aunque cometiera todo tipo de tropelías, los piratas, filibusteros y bucaneros obraban por su cuenta. Los corsarios atacaban generalmente buques enemigos, aunque a veces incursionaban en las costas. Los piratas hacían eso mismo, atacando incluso a otros buques piratas, y asolando poblaciones. Los filibusteros eran simples piratas, y ese término fue principalmente usado por los franceses. Los bucaneros, tomaron este nombre por su costumbre de atacar por sorpresa la isla de Santo Domingo y robar el ganado que los españoles abandonaban en las Antillas. Se dedicaban a secar y ahumar la carne sobre parrillas, llamadas en francés boucan, y se la vendían a los barcos que hacían escala para recoger provisiones.


Los buques corsarios 

Se denominaba buque corsario a un navío que hacía campañas marítimas contra los buques piratas o de potencias enemigas, amparado de una llamada patente de corso, que legalizaba sus tropelías, al menos ante los gobiernos que los comisionaba. Los corsarios también a veces atacaban asentamientos poblacionales o haciendas. Cuando los barcos corsarios no cumplían misión de la Corona, solían atacar cualquier buque cuya bandera no fuera la suya, comportándose como piratas, pero aún conservando los derechos de navegar en corso. El corso fue empleado con éxito por los revolucionarios franceses y americanos, en sus luchas contra potencias navales superiores.

Historia

El corso y la piratería habían florecido desde tiempos inmemoriales en el Mediterráneo y otras rutas navegables de esa época. Salteadores fenicios, griegos, romanos, berberiscos, vikingos, chinos y malayos asolaron “todo mar conocido del uno al otro confín”, convirtiendo las aguas litorales y mediterráneas en teatro de sus depredaciones. En el nuevo continente proliferó no solo por motivos de codicia privada, sino también por los intereses políticos de las nacientes potencias europeas que no podían aceptar de buen grado que España se apoderara sola del jugoso botín americano.

Con el trascurso del tiempo, los jefes de Estado, carentes de recursos financieros para mantener flotas de guerra permanentes, en tiempos de conflicto militar se veían obligados a arrendar buques particulares para las grandes operaciones navales, lo que dio origen al corso como procedimiento bélico, eficiente y económico para realizar lo que hoy llamaríamos acciones sistemáticas contra las líneas de comunicación marítima del enemigo; en realidad, una variante de la Piratería oficialmente auspiciada y jurídicamente regulada desde finales del siglo XIII.

Los corsarios franceses fueron los primeros que comenzaron a infestar el Caribe, a los que los siguieron holandeses e ingleses. La ventaja de los corsarios era que podían abastecerse libremente en las colonias de las potencias para las cuales operaban, o en sus aliados.  Tanto los corsarios como los piratas disponían de naves rápidas, con buena artillería, en las que hacían las operaciones de saqueo en el mar, pero también contra las villas y ciudades. Por lo regular ubicaban bases secretas en islas deshabitadas, desde las cuales incursionaban.

Las patentes de corso

Las patentes de corso eran entregadas por un gobernante, aunque lo más habitual en la práctica era que éste delegara en un gobernador. En tiempo de guerra, incluso podía llegarse al extremo de organizar expediciones corsarias contra los intereses de una potencia hostil.  Los límites que planteaban estos documentos a la acción de sus propietarios eran muy ambiguos y normalmente eran los capitanes corsarios y sus tripulaciones quienes decidían qué era lo que podían hacer y qué era lo que no.

Las embarcaciones corsarias

Los capitanes de las embarcaciones corsarias estaban obligados a llevar todo el botín a un puerto amigo y entregarlo a un tribunal de presas, que lo ponía en subasta, de cuyos resultados correspondía al capitán y su tripulación una pequeña parte que podía ser un quinto o incluso más.  Cuando los barcos corsarios no cumplían misión de la Corona, solían atacar cualquier buque cuya bandera no fuera la suya, comportándose como piratas, pero aún conservando los derechos de navegar en corso. El botín que conseguían de esta manera era para ellos, aunque estaban obligados a entregar una parte al gobernador colonial de procedencia.

Los corsos en América

La primacía obtenida por España con su aparición en el Nuevo Mundo acentuó la compleja situación político-militar que prevalecía en la Europa del siglo XVI, ya de por sí convulsa por una serie de enfrentamientos militares que tenían como causa fundamental la pugna entre el capitalismo emergente, en su fase comercial y bancaria, y los estamentos feudales que detentaban el poder político, pero que estaban en decadencia. Si se añaden a esto las tensiones derivadas de sucesiones dinásticas, rivalidades entre casas regentes, problemas religiosos y otros, veremos una situación propicia para el desencadenamiento de guerras civiles y conflictos bélicos entre Estados y coaliciones de Estados, que se extendió a lo largo de más de tres siglos, y en los que Cuba se vio continuamente involucrada.

El dilatado y riquísimo imperio español, que en América se extendía desde California hasta las márgenes del río Missouri por el norte y hasta la Tierra del Fuego por el sur, fue santificado por las bulas del Papa Alejandro VI, y sus límites precisados con Portugal, mediante el Tratado de Tordesillas, en julio de 1494.

Mar cerrado y Mar libre

Esta supuesta fuente de derecho animó a la corona española a proclamar el principio de Mare clausum o mar cerrado, a la navegación de todo extranjero, que no era aceptado en ese momento histórico por otros Estados con avidez de participar en el despojo del Nuevo Mundo.

De este modo, Francisco I de Francia se adscribió al principio de Mare liberum o mar libre a la navegación y el comercio, y con sorna pidió ver la cláusula del testamento de Adán, (Testamento de Adán, es como en Castilla se conoce el Tratado de Tordesillas, en virtud del cual España y Portugal se repartieron el Nuevo Mundo.) donde América era otorgada a España y Portugal. Para los ingleses, España carecía en absoluto de su pretendido derecho de soberanía y comercio monopólico en las Indias Occidentales. Afirmaban que dicho derecho era contrario al law nations o jus gentium (derecho de gentes) porque la mera donación del Obispo de Roma carecía de todo valor jurídico. 
 

La condición de potencia político militar que disfrutaba España, respaldada por la enorme autoridad de la Iglesia Romana, la colocó en una posición de intransigencia, que impidió resolver su diferendo con el resto de las potencias europeas, las que, al no poder lograr sus codiciosos objetivos mediante negociaciones, continuaron su política por otros medios: la guerra.

Conflictos

En 1536 una nave francesa apresó a la vista de La Habana a tres navíos españoles procedentes de la Nueva España (México), y cargados de oro. En 1538 otro corsario francés saqueó y redujo a cenizas a esa villa, que aún carecía de defensas. Los ataques se sucedieron, tanto en tierra como en el mar. No escaparon de esta plaga Santiago de Cuba, Bayamo, Puerto Príncipe, Jagua ni otras.

Los ingleses se apoderaron de Jamaica en 1654, desde donde alentaron los ataques de filibusteros y piratas haciendo reinar el caos y la destrucción en Cuba y en otros enclaves, estancando la economía. De 1640 a 1642 y de 1646 a 1647 los buques atracados en el puerto no se atrevieron a salir por el bloqueo impuesto por el Almirante holandés Federico Jols. Estos bloqueos causaban un serio daño al comercio y a la agricultura de la isla.

En 1662 fue saqueada Santiago de Cuba, Sancti Spíritus en 1665 y Puerto Príncipe en 1666. Podemos poner como ejemplo un solo año, 1665, en el cual se calcula que los franceses desvalijaron más de cuatrocientas haciendas cubanas, llevándose gran parte de la riqueza ganadera del país. A todo esto, los criollos respondieron armando corsarios propios con la misión de saquear buques y enclaves de otras potencias, lo cual hicieron con éxito.

Fue una época que se caracterizó por las consecuencias que para la Isla trajeron las continuas contiendas europeas, pues ellas avivaban la rapiña de los corsarios armados por las potencias en conflicto, siempre con detrimento de España. Una asociación de capitalistas holandeses, la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, sería la encargada de organizar una poderosa armada que llevaría la guerra a las colonias españolas y destruyera el sistema de flotas que abastecía a España.

La guerra de España con Holanda duró hasta 1648, y trajo como consecuencia la formación en las Antillas Menores de una serie de colonias holandesas, inglesas y francesas que fungieron como bases marítimas para esas potencias, pero que además su desarrollo en la agricultura y el comercio provocaron una fuerte competencia para los productores cubanos.  En 1522, el corsario francés Jean Florin se apoderó del tesoro de Moctezuma enviado por Hernán Cortés al emperador Carlos V. De 1560 a 1648, fueron los corsarios ingleses y holandeses, con personajes como Jacques de Sores, François Le Clec, ‘Pata de Palo’, William Hawkins y su hijo John, y Francis Drake, protegido de la reina Isabel I de Inglaterra. Durante el siglo XVII se destacaron Francisco El Olonés y Henry Morgan.

El corso fue empleado con éxito por los revolucionarios franceses y americanos, en sus luchas contra potencias navales superiores, pero la injerencia norteamericana impidió que los cubanos lo aprovecharan en sus guerras de independencia contra el colonialismo español. Carlos Manuel de Céspedes intentó utilizar el corso para hostigar las largas y vulnerables líneas de comunicaciones españolas entre la Península y Cuba, y a tal efecto extendió patente de corso al vapor Hornet, pero la injerencia norteamericana lo impidió.

Precauciones

Cuando la Corona española quería proteger la flota de las Indias que transportaba los tesoros americanos, organizaba unos convoyes bien defendidos contra los que no se atrevían los corsarios. Se hizo necesaria la creación de un sistema de fortificaciones, especialmente en La Habana, para protegerse contra los ataques y así resguardar las flotas durante su estadía. A un alto costo para la época se construyó el Castillo de la Real Fuerza, San Salvador de la Punta, el de los Tres Reyes del Morro, y los fortines de la Chorrera y Cojímar y San Lázaro. El castillo de San Pedro de la Roca del Morro se edificó en Santiago de Cuba entre 1639 y 1661. Más tarde se ubicaron baluartes en Jagua, Matanzas y otros puertos.

Los barcos corsarios podían considerar como puertos seguros aquellos que perteneciesen al país bajo cuya bandera hacían el corso o sus aliados, gozando además de su protección. No podían ser colgados por practicar la piratería porque gozaban de los beneficios de la patente de corso expedida por la Corona, que los convertía en combatientes legales. Evidentemente, un corsario apresado por el enemigo no podía confiar mucho en este derecho, pues era costumbre colgar también a los corsarios enemigos.

El hundimiento del buque Pamir

La mayor parte de nuestro conocimiento social, así como nuestras creencias sobre el mundo, emanan de las informaciones que leemos o escuchamos a diario. Es muy probable que no exista otra forma de conocimiento, salvo al que nosotros podemos acceder de forma directa, o sea, viendo, tocando y sintiendo. Incluso de esta manera no todo lo que podemos observar de forma directa, es lo que realmente existe, pues siempre recibiremos las cosas desde nuestro punto de vista y forma de pensar y creer. 

A pesar de todo, esta página lo único que hará será exponer aquellos sucesos que trascienden a consecuencia de su singularidad, la cual los hacen sobresalir de los hechos normales y cotidianos de cada día. Espero que les sea al menos, interesante.  

 El Galatea en las mismas latitudes que el Pamir

Como quiera que el buque alemán Pamir navegase el mismo día y en la misma zona  donde se encontraba  el  velero Galatea, ambos buques sufrieron el mismo temporal, pero quizás con distinta intensidad y en diferentes circunstancias.

El Galatea era un buque perteneciente a la marina de guerra española destinado  al  adiestramiento de futuros oficiales y contramaestres de la Armada, a diferencia del Pamir  que instruía a futuros oficiales de la marina mercante alemana, llevando además en sus bodegas carga de cereal.

Los dos buques tenían el casco de acero  y en  su gobernabilidad prevalecían el viento y las velas. En cuando a  su  tripulación creo que, a mi corto entender, estaba mejor preparada la dotación del Galatea, ya que no tenían otra misión que el manejo del  aparejo, la  enseñanza de todos los menesteres de cubierta, y la  preparación de los futuros contramaestres de una marina de guerra preparada para hacer frente siempre a una navegación con más dificultades  que la simple navegación a vela.   

Comenta un tripulante del Galatea que una  de las misiones de la enseñanza  práctica, era someter a la dotación del buque a situaciones de extrema necesidad tanto en su vida a bordo como en los entrenamientos de la navegación. Al respecto, y  valga como ejemplo, la siguiente anécdota:   “En una de las habituales  navegaciones a la llegada a puerto, el buque se disponía  a recibir las numerosas visitas de autoridades locales. En Puerto Rico una de esas visitas quiso beber agua de la baca que había en cubierta. Al probarla vio que el chorro de agua salía caliente y exclamó: “¡Parece caldo!”. A esta exclamación el oficial de guardia del Galatea respondió: se tiene así  el agua para acostumbrar a la dotación a pasar toda clase de necesidades y sobrevivir con lo que esté a su alcance".

De esta misma manera otro de los navegantes del Galatea, recuerda  que,   cuando navegaba  a bordo y era sacudido fuertemente por alguna ola que le dejaba  empapado sobre cubierta, el querido   contramaestre don Robustiano   le decía : “ánimo, que esto es polvo del  camino”. Estas dos situaciones a las que se sometía a la dotación, no quiere decir que el Galatea en las mismas circunstancias   no hubiese sido presa también de la ferocidad de las aguas. La siguiente anécdota ocurrida con el Pamir se puede tener en cuenta simplemente como un reto entre muchachos embarcados en un buque a vela que hacían competencia a otro grupo de jóvenes alemanes que coincidieron en un puerto alemán. Los jóvenes aprendices del Pamir y los del Galatea.

Un joven muchacho del velero español recuerda: “al buque Pamir lo vi atracado en Bremen o en Hamburgo, no recuerdo muy bien. A nuestra entrada a puerto nos dieron la bienvenida con el saludo a la voz y al cañón. Nunca olvidaré cómo fue el saludo a la voz, se repitió tres veces por ambas dotaciones ¡hip, hip, hip, hurra!. Nunca dejaré de escuchar las voces de esos marinos.”

 “El Galatea atracó cerca del Pamir y ellos creían que tenían más destreza que nosotros subiendo a los palos. Cuando ellos subían por las jarcias, nosotros nos quedábamos mirando y notábamos su orgullo de hacerlo con rapidez y destreza. Ellos pensaban que nosotros no estábamos bien preparados y ante el desafío iniciamos la subida a los palos”.

“Cuando nosotros llegamos al puerto alemán, el Pamir estaba atracado por nuestra proa y nos dio el saludo a la voz, cubriendo candeleros y pasamanos. Los primeros fueron los tripulantes del Pamir y nosotros estábamos viendo cómo subían por las jarcias y las vergas. No eran malos si no lo contrario, subían bien”.                                   

 “Ellos quisieron lucirse delante de nosotros sin conocernos  y la dotación del Galatea nos quedamos con la boca abierta viendo toda su maniobra. Luego nos tocó a nosotros, pero no sabían con quienes trataban. A la voz de gavieros y juaneteros al pie de la jarcia, antes que terminara la orden,  ya estábamos todos listos para subir”.

“A la orden de ¡Arriba!, parecía que no teníamos  piernas ni brazos, porque no se veían de lo veloz que  subíamos. Una vez que estuvimos en posición de saludo a la voz, comenzaron ellos a saludar  dando su comandante la voz  de  hip, hip, hip, a lo que  respondieron hurra.  Esto se repitió tres veces y luego nosotros tuvimos que devolver el saludo en los mismos términos. Al terminar bajamos todos de los palos, pero nosotros llegamos primero a la cubierta que ellos”. “Fue una lección magistral. Los  miembros de la dotación del Pamir    no eran peores que nosotros, solamente que nosotros estábamos mejor adiestrados que ellos. Sí, había  un cierto pique, pero no de maldad,  sino  una competencia profesional,  y cuando salimos a la mar nos despidieron muy cortésmente.”

El Galatea al rescate del Pamir

 El  Galatea,  victorioso de las duras pruebas a las que había sido sometido navegaba proa a las Islas Azores, junto a  alguna que otra manada de delfines que casi siempre acompañaban a la bella Nereida que  adornaba la proa del velero. Los aspirantes a especialistas, convencidos de su decisión de continuar en la marina cuando venciese su contrato, como náufragos deseaban llegar al puerto donde habían iniciado su agridulce aventura, pues tan sólo les quedaba una escala en Lisboa para pisar tierras ferrolanas, donde llegarían como auténticos veteranos a los ojos de los nuevos aprendices.

Al llegar la noche, el Galatea permanecía bajo la inquietante mirada de  millares de estrellas  que guiñaban sus luces, espantando la  reinante y absoluta oscuridad de la noche por la que navegaba el velero. El intenso frío obligaba a guarecerse donde podían a los que desgraciadamente les correspondía su puesto de guardia al aire libre, ya que el buque  necesitaba como mínimo dos serviolas que vigilasen constantemente la superficie del agua, uno a babor y otro a estribor para observar cualquier  contratiempo  y dar aviso inmediatamente. También permanecían en cubierta un par de timoneles en la caña, dos  en las guindolas ante un posible hombre al agua y otro en la campana para hacerla sonar a las horas, las medias y los cuartos, además de  un ordenanza, junto al puente.

El resto podía permanecer a la espera de ser requeridos ante cualquier eventualidad, aprovechando el tiempo para recibir formación por parte de los contramaestres o bien aplicarse al estudio de las correspondientes asignaturas que a lo largo del curso tenían que superar. A lo largo de la noche  el sonido de las olas se oía  cada  vez con más fuerza, al chocar contra la proa y costados del buque, y el frío se agudizó con las primeras luces del alba, que dejaron ver la rizada espuma de las olas que por momentos se hacían cada vez más grandes y poderosas.

El personal de la guardia entrante, viendo su sueño interrumpido por los bandazos y sacudidas, subía malhumorado de los sollados hacia la cubierta para preparar  la maniobra ante el empeoramiento cada vez más acusado del tiempo. Se terminó de arriar el aparejo y se comenzó a navegar con la trinquetilla para capear el temporal. En esos momentos la mala fortuna permitió  que la puerta estanca del pañol de guardabanderas quedase  abierta y en uno de los violentos golpes de mar, el agua comenzó a entrar a raudales hacia el interior, a través de unas rejillas de ventilación que comunicaban  con el sollado de popa, inundando parcialmente dicho lugar de descanso de la dotación.

La cantidad de agua embarcada no era excesiva, pero a consecuencia de los bandazos y cabeceos del Galatea, los desagües del habitáculo no cumplieron su función, y el líquido y salado elemento mojó la batayola, donde se estibaban los coys, las taquillas donde se guardaba la ropa y las gavetas y platos azotados por el agua flotaban golpeando todo lo que se ponía a su paso.  El temporal se hacía cada vez más violento y el barco, ingobernable, iba casi a la deriva, teniendo que sujetar la caña entre cuatro personas, aunque con ese balanceo de babor a estribor y de proa a popa no se podía hacer nada. Con las ráfagas de viento casi huracanado, aunque las velas estaban aferradas, algunas ligaduras se desprendían y por supuesto había que subir a reparar los desperfectos causados. En esas circunstancias no obligaban a nadie a subir a los palos y lo que es peor a las vergas.

Ante la petición de voluntarios, los valientes  aprendices especialistas, con pundonor y fantástica destreza, demostraron en todo momento  lo que eran  capaces de hacer para capear el temporal, subiendo a los palos y desafiando a la climatología. Parecía que se iban  a comer el mundo. Una vez arriba las escoras eran tan fuertes que los penoles casi tocaban el agua y el viento, el  frío y la  lluvia incesante, unido a los marchapiés  endurecidos por el agua, dificultaban la realización de los trabajos indispensables. Los pies doloridos y las lonas azotadas por el viento y pegando fuertemente en la cara de aquellos muchachos apenas les  permitían guardar el equilibrio sobre la arboladura, y acabando su faena como buenamente podían, sin que nadie les mandara, ayudaban a sus compañeros hasta la completa finalización de los trabajos.

Ni que decir tiene que los que estaban en cubierta también estaban sufriendo y siempre pendientes de las  maniobras de sus compañeros en las alturas de aquel entramado de metal, lona, y cáñamo que apenas bastaba  para hacer gobernar al buque. Acabado el trabajo, la bajada por la jarcia con los pies casi congelados, al contacto  con la dureza de los flechastes y el vaivén del barco, hacía que el camino de vuelta  fuese un tanto peligroso y  doloroso.                             Al llegar a cubierta, les aguardaban el contramaestre de víveres con una botella de brandy  para entrar en calor y los  brazos de sus compañeros con los ojos encharcados en lágrimas ofreciendo  lo que poseían, su hombro para apoyarles, sus ropas secas para  darles abrigo  y su coy seco para  que al menos tuviesen un merecido descanso, ya  que los suyos habían sido pasto de las aguas,  en el sollado de popa.  Estos comportamientos tan familiares y humanos harían que con el paso de los años jamás se borrasen de las mentes de esos adolescentes, aquellos momentos vividos  tan lejos de sus familias  y tan cerca del sufrimiento y  de las penalidades de las fuerzas de la naturaleza.

La jornada transcurría  en medio de una lucha titánica contra la mar, cuando  en el transcurso de la  tormenta  se recibe una llamada de socorro procedente del buque escuela alemán  Pamir. El Galatea, atendiendo rápidamente la llamada de buque alemán, se empleó a fondo en la búsqueda de náufragos,  ya que a pesar de luchar  contra viento y olas  el Pamir no pudo superar la bravura  de la mar desapareciendo bajo su superficie. No se encontraron supervivientes a excepción  de seis tripulantes que fueron auxiliados por otros buques que también participaron en el rescate.

Pasado el día y a través de la radio del buque  se confirman los malos augurios siendo ochenta hombres los que perecieron. En esos momentos, se apoderó de la dotación del Galatea una profunda tristeza recordando a aquellos muchachos con los que coincidieron en el puerto de  Rotterdam hacía unos meses,  y con los que  entablaron el desafío consistente en  quienes subían y bajaba con mayor rapidez y habilidad de la arboladura. La dotación  recordaba con nitidez fotográfica cuando vieron  atracado  el  Pamir en  Rotterdam  y como  a la entrada a puerto les  dieron la bienvenida con el saludo a la voz y al cañón. Nunca olvidarían  cómo fue el saludo a la voz, que  se repitió tres veces por  ambas dotaciones ¡hip, hip, hip, hurra!. Nunca dejarían de escuchar las voces de esos marinos.

El Pamir

Este buque, el Pamir, además de la instrucción  de futuros marinos  mercantes, tenía que velar  por la conservación y seguridad  de su carga. Por eso, muchas veces  su instrucción estaba supeditada al tráfico mercantil, y se intentaba que en las travesías no se corrieran riesgos. Aún así esa búsqueda de la rentabilidad comercial pudo ayudar en el desastre: el radiotelegrafista, sobrecargado de tareas burocráticas, pudo perder alguno de los partes que anunciaban la tempestad. Igualmente el mantenimiento del casco, de 1.905, y aparejos no era el ideal, por su elevado coste. Fuera como fuera, que la Virgen del Carmen se haya apiadado de ellos.

A bordo, un grupo de cincuenta y un ilusionados jóvenes alumnos de la marina mercante alemana,  formaban parte de la dotación  junto con treinta y cinco tripulantes veteranos del último exponente de la navegación comercial a vela Sus bodegas llevaban casi cuatro mil toneladas de   cebada a granel, ya que por una huelga de los trabajadores del puerto de Buenos Aires, se almacenó sin su acostumbrado  embalaje en sacos, como era habitual.  Para compensar embarcó doscientas cincuenta y cinco tonelada de lastre, en sacos,  para mejorar su estabilidad. 

Abandonó el Puerto el 11 de Agosto de 1957,  al mando del  capitán Johannes Diebitsc .  La  travesía se desarrolló con normalidad hasta el 21 de septiembre cuando a unos 1.100 kilómetros al oeste-suroeste de las Azores el Pamir se enfrentó contra el huracán Carrie Un corrimiento de carga es una de las cosas que más temen los marinos mercantes, pues si el barco comienza a escorar y la carga intenta buscar una nueva posición de equilibro no solo no volverá a adrizarse, sino que seguirá hasta volcar. El viento soplaba en forma moderada aumentando progresivamente de intensidad, sin que la tripulación le diera mayor importancia. Comenzaron  a soplar unas rachas más fuertes que alertaron al viejo comandante, que ordenó cargar todo el aparejo a fin a aproar el velero hacia el oleaje que hostigaba con violencia el casco.

El buque comenzó a escorarse a babor y  las velas se rifaban al faltar  su sujeción y  las que no se rifaron comenzaron a hacerse jirones, atacadas por el fuerte viento. En esta situación el buque comenzó a tener una escora cada vez más pronunciada  a babor  que llegó hasta cuarenta grados.  El  Pamir no consiguió adrizarse y se ordenó el abandono del buque, no sin antes emitir un S.O.S. que   fue  recibido por varios  buques que navegaban por la zona, entre ellos el Galatea. El buque norteamericano Geiger pudo rescatar cinco tripulantes de uno de los botes salvavidas del Pamir y, al día siguiente, el guardacostas USS Absecon encontró otro superviviente. En total  suman seis  náufragos rescatados, ochenta fallecidos y un miembro de la dotación que logró salvarse al tener  que ser hospitalizado en Buenos Aires, antes de la  ultima singladura del Pamir.

El duelo por la pérdida del Pamir dio la vuelta al mundo, haciéndose   homenajes en memoria de los náufragos y a día de hoy aún se los recuerda. Este es el caso del memorial que hay en una capilla en la torre norte de la iglesia de San Jacobo en Lübeck, allí se recuerda el nombre de todos los marineros que no regresaron, y en Nueva Zelanda hay otro recuerdo en la ciudad de Wellington en el Great Harbour Way frente al parque de Frank Kitts hay una placa en memoria del Pamir y su tripulación.

Otra placa, obra del capitán y práctico del puerto palmero, Francisco Noguerol Cajén, se exhibe desde el año 2017 en el edificio terminal de pasajeros del puerto de Santa Cruz de La Palma, en recuerdo del 60º aniversario del velero alemán “Pamir”, cuya trágica efeméride se cumple hoy. El presidente de la Autoridad Portuaria, Ricardo Melchior y el alcalde de la capital palmera, Sergio Matos, asistieron al sencillo homenaje, así como Carmen Concepción, directora del Museo Naval y Mario Suárez, presidente del Club de Vela Latina Benahoare.

El citado velero llegó el 4 de octubre de 1914, recién iniciada la Primera Guerra Mundial y permaneció hasta el 4 de marzo de 1920. Durante su estancia en La Palma su tripulación arraigó de manera extraordinaria con la población de la capital palmera, algunos de cuyos tripulantes, caso de Ferdinand Leopold, contrajo matrimonio y sus restos mortales descansan en el cementerio de la capital palmera, El gran velero se perdió trágicamente en 1957 en el Atlántico, víctima del huracán “Carrie”, con el doloroso saldo de 80 muertos.


Para el Galatea, la  fuerza del temporal amainaba por momentos, y la triste noticia sumió a la dotación de  vlero en un silencio interrumpido solamente por el silbar del viento sobre la arboladura  y el arrullo constante del cabeceo de la proa del buque sobre las olas, que recordaba a  todos que  la mar había tomado su tributo. Casi todos deambulaban sin decir palabra, sumidos en sus pensamientos y  agradecidos de haber salido victoriosos de una lucha tan desigual,  en un entorno  tan cambiante, que mutaba de la idílica estampa de azul y cielo, a la más temible oscuridad de viento nubes y furiosas olas que engullían a todo artilugio que sobre ellas pretendiese  navegar.                                                       Todos a bordo, habían  aprendido una lección de respeto y  humildad que jamás podrían olvidar, y por fin lograron entender  el significado de las palabras que  cada día, al oscurecer entonaban al unísono: “Tú que dispones de  cielo y mar, haces la calma, la tempestad.  Ten de nosotros Señor, piedad, piedad Señor, Señor Piedad”.

Para los curiosos, ver en estos enlaces unos vídeos del  velero Pamir ,y de las travesías de los buques de línea a vela (Es el último reportaje)

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El motín de la Bounty


La mayor parte de nuestro conocimiento social, así como nuestras creencias sobre el mundo, emanan de las informaciones que leemos o escuchamos a diario. Es muy probable que no exista otra forma de conocimiento, salvo al que nosotros podemos acceder de forma directa, o sea, viendo, tocando y sintiendo. Incluso de esta manera no todo lo que podemos observar de forma directa, es lo que realmente existe, pues siempre recibiremos las cosas desde nuestro punto de vista y forma de pensar y creer. 
A pesar de todo, esta página lo único que hará será exponer aquellos sucesos que trascienden a consecuencia de su singularidad, la cual los hacen sobresalir de los hechos normales y cotidianos de cada día. Espero que les sea al menos, interesante.
 
 El motín de la Bounty
 
Es uno de los motines más conocidos de la historia, ya que sobre él se han escrito ríos de tinta y se han rodado obras maestras del cine, protagonizadas por estrellas como Errol Flynn, Marlon Brando o Anthony Hopkins. Durante siglos se han discutido con pasión las razones y culpas de sus protagonistas y se han ensalzado las increíbles gestas marineras que llevaron a cabo. La historia de la rebelión de la Bounty encierra episodios de valentía, pasión, venganza y crimen, además de algunos misterios aún sin resolver.

El HSM Bounty, fue construido en los astilleros ingleses de Blaydes en 1783 para destinarlo como buque de carga, con el nombre de Bethia, aunque fue adquirido por la Armada británica, para cuatro años después de su botadura, hacerse a la mar el 23 de diciembre de 1787 en un viaje sin retorno.
Era un velero de tres mástiles que desplazaba 220 toneladas, contando con 27,7 metros de eslora y 7,4 de manga y armado con cuatro cañones de cuatro libras y diez cañones ligeros.
Su comandante, el teniente William Bligh, era un marino veterano, pese a tener solo treinta y tres años, pues llevaba en la Marina desde que era un niño de seis y había servido a las órdenes del capitán Cook en su última expedición.

Tenía la misión de navegar hasta Tahití para cargar árboles del pan y transportarlos hasta Jamaica, donde serían replantados. El Gobierno de su graciosa majestad confiaba en que los plantones se aclimataran bien al terreno caribeño y sus frutos ofreciesen un alimento barato para mantener a los esclavos que trabajaban en las plantaciones de caña de azúcar.



El comandante William Bligh, navegó sin problemas hacia el Atlántico sur y puso rumbo al Cabo de Hornos con el propósito de adentrarse en el Océano Pacífico. Sin embargo, el mítico cabo hizo honor a su terrible fama. A lo largo de treinta durísimos días, el barco luchó contra los fuertes vientos de proa y un fuerte oleaje que le impedían progresar. El velero, de líneas panzudas y velas cuadras, estaba mucho mejor preparado para navegar de través y de empopada que para ceñir contra el viento, por lo que azotado por los chubascos y el oleaje, las escasas millas que ganaba un día las perdía al siguiente, en una lucha extenuante que agotó el ánimo de su dotación.
Finalmente, Bligh se rindió al poder de los elementos y ordenó virar en redondo para poner rumbo a Tahití por el cabo de Buena Esperanza lo que significaba, como poco, triplicar la distancia a recorrer, pero era la única alternativa que quedaba a su castigada tripulación.

El 25 de octubre de 1788, después de diez meses de navegación y con un gran retraso sobre lo previsto, la Bounty echó el ancla ante las paradisíacas playas de Tahití.
Hasta ese momento, y pese a las acusaciones de comportamiento tiránico que mucho más tarde se verterían sobre él, Bligh no había mostrado rasgos de crueldad excesiva, y mucho menos si lo comparamos con la costumbre de la época, cuando era habitual emplear “el gato de nueve colas” para corregir la más mínima falta de indolencia o indisciplina de la vil canalla de proa. A pesar de todo, el trato recibido pareció a la tripulación demasiado duro para poder seguir soportándolo.
"Hasta esta tarde mantenía la esperanza de hacer todo el viaje sin tener que castigar a nadie", escribió con pesar en su cuaderno de bitácora el 10 de marzo de 1788, cuando ya habían transcurrido diez semanas desde que zarparon de Inglaterra rumbo a los Mares del Sur y se vio obligado a ordenar que un hombre fuera azotado.


Aunque la Historia ha condenado a Bligh como el capitán despótico cuyo sadismo y crueldad provocaron el motín, en realidad era un hombre ilustrado, formado en las nuevas ideas e interesado en los avances científicos, que creía más en las virtudes de una dieta adecuada y una tripulación limpia y sana que en el poder del látigo para culminar con éxito una singladura. Así, impuso a sus hombres medidas higiénicas poco habituales y hasta ejercicios para mantenerlos activos y en forma.
Instauró tres guardias diarias en lugar de los tradicionales dos turnos de doce horas, e incluso contrató de su propio bolsillo para la travesía, a un violinista con el encargo de amenizar con su música la rutina a bordo y hacer que los hombres bailaran; unas medidas muy avanzadas en aquella época previa a la Revolución que estaba a punto de estallar en Francia.

Mientras estuvo al mando de la Bounty, únicamente dos hombres a su cargo murieron: un marinero a causa de una infección y el médico de a bordo, por culpa de lo que entonces se conocía como postración, o sea abatimiento o aflicción. La cifra era extremadamente baja en un mundo donde los marinos constituían mera carne de cañón reclutada en levas a menudo forzosas, entre la morralla humana que pululaba por los puertos.

Quizás, lo más probable que el origen de la rebelión se gestara en las doradas playas de cimbreantes cocoteros que se extendían ante el navío. Los polinesios ya conocían a los europeos y sentían gran aprecio por Cook, que había fondeado en esa misma bahía y les había agasajado con cuentas de vidrio y otras baratijas a cambio de agua y víveres. Así que, a la llegada del gran barco de velas blancas, una flota de canoas cargadas de sonrientes remeros y hermosas muchachas tahitianas adornadas con guirnaldas de flores, se acercó a la nave para darles la bienvenida y subir a bordo sin reparos ni pudores. Después de diez meses de penalidades, aquella visión paradisíaca hizo pensar a más de uno que había alcanzado el cielo.
Para mayor gozo de la tripulación, el fracasado intento de alcanzar Tahití por la ruta del Oeste causó tal demora en sus planes, que resultó imposible recoger los árboles del pan en el momento propicio para su traslado al Caribe, por lo que se hizo imprescindible aguardar en la isla casi cinco meses más. El capitán Bligh mandó construir un asentamiento en tierra firme, del que responsabilizó a su segundo, Christian Fletcher.
Los hombres sucumbieron con gran rapidez a los placeres del trópico, y muchos convirtieron a las nativas en sus concubinas; el propio Fletcher se casó con una de ellas. Mientras tanto, el carácter de Bligh se iba avinagrando viendo que la tripulación se transformaba día a día en un puñado de tipos indolentes, dejados y apáticos.



Casi un año más tarde, el 4 de abril de 1789, con los brotes de árbol del pan estibados a bordo y gran parte de tripulación mirando a la costa con melancolía, la Bounty levó anclas y desplegó sus velas para partir hacia el Caribe. Bligh, que durante su forzada inmovilidad había tenido varias disputas con Fletcher, intentó imponer de nuevo la disciplina a bordo. El descontento se extendió con rapidez entre una parte de la tripulación al verse amonestada por menudencias. El propio Fletcher, encargado de imponer la autoridad, fue amonestado en público varias veces por su comandante. Era un joven de noble familia, poco acostumbrado a los desplantes, y cada vez que se retiraba después de ser advertido por Bligh, se sentía con humillado, e iba creciendo en él un gran resentimiento.

En la mañana del 28 de abril, cerca de la isla de Tonga, estalló la rebelión a bordo. En la guardia de alba y con Fletcher como cabecilla, once amotinados se hicieron dueños del barco tras apoderarse de los mosquetes de la armería y encerrar al capitán en su camarote.
Lo narraba así el propio Bligh en una carta dirigida a su esposa, Betsy: "el segundo y varios otros entraron en mi camarote, mientras dormía, y me apresaron apuntándome con las bayonetas rozándome el pecho, me ataron las manos a la espalda y me amenazaron con matarme si decía una palabra. A pesar de todo pedí a gritos ayuda, pero la conspiración estaba bien urdida y las puertas del camarote de oficiales custodiadas por centinelas, por lo que Nelson, Peckover, Samuels o el maestre no pudieron venir en mi auxilio. Fui luego arrastrado a cubierta en camisa y fuertemente custodiado. Le pregunté a Christian las razones de ese acto de violencia y villanía, pero sólo pudo responder: "Ni una palabra, señor, o estás muerto".

El resto de la tripulación permaneció indeciso; unos pocos se atrevieron a oponerse a los sediciosos, aunque de forma pacífica. Cuando Bligh fue llevado a cubierta, lamentó ante Fletcher haber sido traicionado por alguien a quien había tratado como si fuera su propio hijo. Éste por su parte, le acusó de haber hecho de su vida un infierno. El cabecilla de los amotinados ordenó arriar un bote y meter al comandante y a quienes quisieran seguir su suerte.
Sabían que abandonarles en mitad del Océano Pacífico era lo más parecido a una condena a muerte, la mayoría de los marineros se mostraron leales a su comandante y dispuestos a acompañarle en su destino. Finalmente, Los oficiales Hayward, Hallett y Fryer fueron los primeros elegidos para acompañar a Bligh.
Les siguieron Purcell, Millward, Muspratt y Birket. Los amotinados permitieron que Heywood y Steward, ajenos al motín, permanecieran en la Bounty y 18 tripulantes embarcaron con Bligh y fueron abandonados en un bote de 23 pies, o sea unos siete metros de eslora.



Fletcher consintió en proveer a los abandonados de dos mástiles con sus velas, algunos clavos, una sierra, un pequeño pedazo de lona, cuatro pequeños envases que contenían unos ciento veinticinco litros de agua, ciento cincuenta libras de galleta, treinta y dos libras de carne de cerdo salada, seis botellas de vino, seis botellas de ron y la caja de licores del capitán.
Al carpintero Purcell se le permitió llevar consigo sus herramientas. Fletcher les cedió sus propias tablas náuticas, un sextante y un reloj. Uno de los hombres pidió a Fletcher que les diera una brújula, pero éste se negó.
El comandante permaneció en pie, mirando a la Bounty, hasta que su barco se perdió de vista en el horizonte. A bordo del navío, Fletcher miraba a su vez la pequeña embarcación atestada de gente, con un nudo en la garganta. A unos les esperaba un futuro de permanente huida, con el cadalso como final si eran prendidos por la larga mano de la corona inglesa. A otros, una azarosa supervivencia en medio de un mar inmenso, a merced de los elementos, la sed, el hambre y, a miles de millas de distancias de cualquier lugar civilizado.
Tras una deriva de 3.600 millas durante siete semanas llegaron a Timor. Lograron salvarse y regresar de forma muy accidentada a Inglaterra

El destino del HSM Bounty y la isla de Pitcairn
Después de la rebelión de la Bounty, Christian navegó hacia Tahití, donde dieciséis de los hombres decidieron quedarse, y poco después, él y otros ocho rebeldes, haciéndose acompañar de diecinueve polinesios, se refugiaron en la isla de Pitcairn. Arrojaron el barco entre las rocas, sacaron todos los elementos que podían servir y, finalmente, el 23 de enero de 1790 lo quemaron.
Esta pequeña isla volcánica está situada a cinco mil millas de Australia y a mil trescientas cincuenta de Tahití. Fue vista por primera vez por Robert Pitcairn el 2 de julio de 1767.

El capitán de la Armada Carteret había acompañado al capitán Wallis en una expedición conjunta ordenada por el Almirantazgo hasta que una fuerte tormenta los separó tras cruzar el Estrecho de Magallanes. Carteret cometió el error cartográfico de situarla en el mapa con un error de doscientas millas. Debido a este error cartográfico los perseguidores británicos no lograron encontrar a los amotinados tras una búsqueda de tres meses.
En 1808 un ballenero arribó a Pitcairn, comprobó que ocho de los nueve británicos habían perecido por asesinatos o suicidios. En 1825, un buque británico ofreció el perdón al superviviente Adams y en 1838 Pitcairn, junto con las desiertas islas de Henderson, Ducie, y Oeno, fueron incorporadas al imperio británico.
Los hombres que decidieron permanecer en Tahití fueron finalmente apresados y trasladados a Inglaterra donde fueron juzgados. Tres de ellos fueron colgados y otros siete fueron perdonados.
El comandante Bligh reconoció que las relaciones afectivas con las nativas de Tahití fueron determinantes en la rebelión.
Era muy estricto y buen marino y logró ascender completando una buena carrera en la Marina. Este episodio ha sido fuente de inspiración para literatos y cineastas. Lord Byron escribió un poema titulado The Island, donde narra los acontecimientos ocurridos en la isla. El motín es bien conocido por las adaptaciones que han sido llevadas al cine.



El pequeño grupo comenzó lo que Christian imaginó como una idílica, pacífica existencia en una isla utópica. Sin embargo, los problemas los acuciaron casi inmediatamente debido, en parte, a la proporción desigual de hombres y mujeres.
En cuatro años murieron cinco amotinados, incluyendo a Fletcher, como también todos los hombres tahitianos. El primero en morir por causa natural fue Edward Young, de asma, en 1800.
Sólo diez años después del motín, John Adams (alias Alexander Smith) era el único sobreviviente masculino, con once mujeres y veintitrés niños.
“Tuve un sueño, relató Adams, que cambió toda mi vida. Un ángel que parecía estar parado a mi lado me habló, amonestándome por mi vida pasada, y después me llamó a arrepentirme e ir y enseñar a los niños el camino de la Biblia de Christian”.
Después de esto, Adams, con el mayor de los hijos de Fletcher, buscó en el arcón de marinero de Christian y encontró su Biblia y el libro de rezos, que su madre le había dado años antes. Éstos fueron los libros de texto usados en la escuela que se organizó.
Desde este momento, bajo la benevolente guía de un amotinado penitente, el poblado comenzó a desarrollarse como una sociedad pacífica. El mundo exterior conoció por primera vez su existencia en 1808, cuando el capitán Mayhew Folger, a bordo del barco americano Topaig, avistó la isla y se detuvo para buscar focas. Para su asombro, un pequeño bote remó suavemente desde la costa y tres jóvenes lo saludaron en «un perfecto inglés», solicitándole que atracara allí porque, tenían un hombre blanco en tierra.



El capitán informó su hallazgo, pero el descubrimiento de este escondite no causó impresión en Inglaterra porque estaban preocupados con las guerras napoleónicas. Fue siete años más tarde que dos barcos ingleses volvieron a encontrar la isla, casi por accidente, y nuevamente los capitanes quedaron perplejos al encontraron jóvenes de habla inglesa.
El amotinado John Adams asumió las responsabilidades para ser llevado a Inglaterra bajo arresto y, de esta manera, demostró su anhelo por retornar a la tierra natal a despecho de los cargos pendientes sobre él. Su mujer, su hija y otros miembros de la comunidad le rogaron que no partiera. Adams entonces se quedó en Pitcairn, muriendo allí en 1829 a la edad de sesenta y dos años.

Ya más en contacto con el mundo, los habitantes hicieron dos tentativas en la década de 1800 para asegurar su futuro, en contra de las amenazas de sequía y el terror a la sobrepoblación. Algunos emigraron una vez a Tahití, más tarde a la isla Norfolk. Un grupo retornó, organizó un sistema de gobierno y la colonia entera abrazó la fe Adventista del Séptimo Día. Hoy esta iglesia es la única de Pitcairn.
Algunas personas que visitaron la isla informaron que la comunidad era devota, hospitalaria, alegre y vivía en economía cerrada. Las casas y los muebles eran simples, aunque adecuados, a la manera de la antigua Polinesia. Para cubrirse, las mujeres hacían tapas, una especie de vestido de papel. Era un trabajo lento y laborioso, pero las prendas producidas eran confortables y a la vez modestas.
Las mujeres también sabían cómo preparar abundantes comidas a partir de los alimentos existentes en la isla. La dieta era predominantemente vegetal, aunque incluía carne y pescado, una o dos veces a la semana. La comunidad vivía como una gran familia y aumentaba su población por medio del casamiento entre primos.

Debemos notar que desde varias generaciones atrás, no hubo en apariencia degeneración de las condiciones genéticas ni enfermos endémicos. Por el contrario, los últimos visitantes los describen como individuos básicamente sanos, fuertes y listos.
Su población declinó de más de doscientos en 1937 a menos de setenta en 1974. Sólo seis familias están ahora representadas, tres de las cuales perpetúan los apellidos de los amotinados: Christian, Young y McCoy.
En contra de muchas conveniencias modernas, la gente vive a la manera como lo hacían sus antepasados. Sus vestidos tapa, han sido reemplazados por el vestuario estilo western entre cowboy y viejo oeste, en su gran mayoría abandonado por los barcos que han pasado.
Tienen unas cuantas motocicletas, unos pequeños autos para moverse y hay también motores para lanchas. Pero todavía se requiere gran habilidad de parte de los marineros para evitar los peligros de las botaduras y de los atraques.



Las lanchas han sido siempre y son todavía el único medio por el cual cualquier persona o cosa llega o sale de allí. Aún hay días en los que no saben cuándo llegará el próximo barco. No es fácil organizar una visita a Pitcairn.
Los turistas que optan por permanecer más de un día, son los que tienen la aprobación del consejo de la isla y del gobierno inglés de Auckland, en Nueva Zelanda. Aún cuando el permiso es generalmente concedido, el procedimiento lleva meses.

Ian M. Ball, un corresponsal austriaco, tuvo éxito en este trámite. En su libro Pitcairn: hijos del motín, hace algunas observaciones sobre el estilo de vida de la que es probablemente la más remota isla habitada de nuestro planeta.
Había carne de cabra y pollo; carne de vaca en conserva y lengua importada de Nueva Zelanda. Espaguettis conservados en frío se mostraban en la mesa del buffet, con etiqueta y todo. Los pescados de la isla aparecían al lado de latas de sardinas de Portugal. Otros platos tenían papas irlandesas, remolachas, judías, guisantes, coles, cebollas encurtidas, puré de tomates, zanahorias hervidas, bananas, calabaza cocida al horno y habas. Variedad de ensaladas con la misma presentación, estaban acompañadas por pan y bizcocho caseros cocidos en hornos de piedra.

Y luego los postres: pasteles de calabaza en forma de panes cuadrados, hechos dentro de las latas que los hombres enderezaban; gelatinas de fruta y tortas surtidas; bollos y pastelitos.
La fruta fresca estaba olvidada, probablemente porque era un alimento muy común en la vida diaria como para ser usado en ocasiones festivas. Y también los productos lácteos; ellos no tienen paladar para el queso y la leche.
Los invitados, bien limpios y pulcramente vestidos, se alineaban por edad de 11 meses a 80 años. Charlaban excitadamente con sus parientes, con los que habían estado la mayor parte del día. El tema central era la comida. El anfitrión imponía silencio y luego entonaba una bendición solemne. Después de un Amén espontáneo de cada uno de los presentes, gritaba: ¡Ahora coman ! ¡Hagan saber si es suficiente, con un grito!.
El correo, la iglesia, el palacio de justicia y el pequeño dispensario estaban agrupados en la plaza. También allí, dos piezas del recordado Bounty en exhibición pública: la Biblia y el ancla de doce pies.

Actualmente no está la Biblia del barco, sólo existe la que la madre de Christian le dio y que John Adams sacó de su arcón. Es la reliquia más reverenciada.
La campana del barco, ubicada también en ese lugar, ha sido siempre usada como el único medio de comunicación. A través de los años su código ha permanecido igual:
5 campanadas: «¡Barco a la vista!».
4 campanadas: reparto público de las mercancías que traen los barcos.
3 campanadas: reunión de la aldea.
1 campanada: servicios religiosos.



A los chicos se les ha enseñado que nunca deben hacerla sonar jugando. Cuando la campana suena cinco veces, se produce una gran excitación en la aldea. Los hombres echan a correr hacia las lanchas, cogiendo su provisión de curiosidades talladas a mano, cestas tejidas por las mujeres, frutas frescas y sellos que son populares entre los comerciantes y coleccionistas de todo el mundo. Quieren vender sus productos en los barcos que pasan.
Cinco campanadas también significan que habrá atención médica, siempre que el barco lleve un doctor. Nunca hubo uno en la isla. En el pasado, si los remedios caseros fallaban, el paciente moría. Ahora tienen un radioaficionado, Tom Fletcher, descendiente de la sexta generación de Fletcher, que puede solicitar una ayuda de emergencia si un barco está lo suficientemente cerca como para responder al llamado. En años recientes, la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha exigido al pastor tener una esposa que sea enfermera registrada.

El pastor actual siente que la mayor parte de los miembros de la congregación ve sus orígenes como una historia deshonrosa. No hay cultura folklórica y se le da poca importancia al pasado. Cuando se les pregunta la opinión de por qué sus antepasados se amotinaron, los hombres de alguna relevancia en la comunidad responden: Está todo en el film de Charles Laughton. Fue la crueldad de Bligh… No hubiera podido hacer nunca lo mismo que hizo Fletcher… Pero esto no quiere decir que tengamos algún rencor contra él. Nadie lo odia realmente.

Los deseos de Fletcher de la isla utópica nunca se materializaron. Los isleños continúan sufriendo penalidades y un futuro incierto provocado por los recientes ensayos atómicos franceses, realizados quinientas millas de distancia.
A pesar de las muchas y constantes amenazas contra la continuidad de su existencia, los viejos prefieren permanecer allí. Sin embargo, los jóvenes parecen sucumbir cada día más a los encantos del mundo exterior y hablan con ardor de una tercera y quizás última evacuación.

Luis Marden encuentra el pecio de la Bounty. Año 1957 

Len me ayudó a poner el Aqua-Lung y me sumergí el primero. Mientras esperaba a Len, me orienté con la piedra grande bajo la que había estado el ojete metálico y crucé poco a poco la alfombra animada de algas ondulantes, examinando minuciosamente el fondo de la cala.
Sobre un lecho de algas vi un objeto con forma de media luna. Al acercar más la cara vi que era un tolete. A diferencia de los toletes corrientes en forma de U, éste tenía un brazo notablemente más largo que el otro, formando una media luna ladeada que se parecía asombrosamente a una luna nueva o al símbolo del Islam. Cuando miré, varios peces de arrecife de aspecto estrambótico de color negro y amarillo nadaban escalonados sobre la media luna de los árabes. ¡Una fantástica coincidencia que sólo el mar podría producir!
Seguidamente llegué de forma inesperada a una larga zanja de arena. El extremo más próximo a mí estaba cubierto con piedras calizas blancas escondidas por algas calcáreas y podía ver pequeños garabatos en la superficie, una curiosa filigrana que parecían gusanos petrificados. Acerqué la cara aún más, casi tocando el fondo. Mi corazón dio un salto. Los garabatos eran clavos incrustados, clavos de la Bounty, docenas de ellos.


Miré hacia Len. Estaba justo encima de mí, mirando interrogativamente. Le extendí la mano moviéndola violentamente y le señalé. Miró sonriendo y asintiendo con la cabeza, y nos dimos la mano otra vez. Habíamos encontrado el lugar donde reposaba la Bounty. Más allá se extendían otras dos zanjas hacia el lugar donde estaban las barras de lastre en el agitado oleaje. Había estado buscando demasiado hacia el este. 
Al parecer, los vientos y corrientes predominantes habían cambiado la dirección del barco cuando se acercaba a la costa. La proa se había dado la vuelta en la costa y la popa había virado hacia el oeste. Empecé a extraer la capa de clavos. A cada agolpe de martillo se levantaba una bocanada de humo negro, madera carbonizada de la Bounty, todavía aferrada a las sujeciones metálicas. Era sumamente difícil mantener una posición en el fondo. El mar nos tiraba totalmente al fondo o nos llevaba hacia la costa tumbándonos de espaldas.

Cerca de los clavos encontré un tornillo largo, parcialmente descubierto. Fui despejando con cuidado ambos lados hasta que quedó suelto. Subiendo hasta la canoa que se tambaleaba, lancé el tornillo por un costado. Len y yo vimos lo suficiente para convencernos de que habíamos encontrado la cola de la quilla, o al menos una de las principales tracas del casco, aunque no vimos tablones ni cuadernas.
Todo estaba cubierto por una capa caliza dura. Cuando cavamos más hondo, encontramos fragmentos de cobre en buen estado y de unos tres milímetros de grosor, del que el Bounty había estado recubierto. Cuando seguimos excavando conseguimos trozos más grandes del barco.
Aquella noche pulí y saqué brillo a un clavo recubierto de bronce hasta que brilló como el oro. ¡Un trozo del verdadero Bounty! La pulida superficie dorada captaba la luz con un efecto fascinante. Mientras lo miraba y soñaba, me pareció ver el astillero en Deptford, con la Bounty en construcción y los artesanos trabajando en él. Oí los toques de los golpes del martillo, el tintineo del hierro al calafatear, y el chiquichaque de las azuelas partiendo el sólido roble inglés. Olí el aroma a vino de la madera nueva, rezumando savia bajo el ardiente sol, el olor resinoso de la brea y la limpia esencia astringente del alquitrán de las jarcias. (Luís Marden 1913-2003)